Pere de Ribot nace en Girona en 1962. Su vocación artística despierta muy temprano y se manifiesta también muy pronto. Pinturas y lienzos le acompañan en su primera infancia, cuando también inicia los estudios de música y de piano. Seguramente no es ajeno a todo ello la educación que recibe en la sensibilidad de la observación de las bellas artes y en la pasión de la creatividad que le trasmite su entorno, sobretodo su padre. En las visitas al despacho de arquitectura de su padre el dibujo es tan protagonista como las escuadras y los cartabones, y junto a él recorre estudios de pintores, escultores y artesanos.

También en esta primera etapa son destacables las influencias que recibe en los viajes que realiza por España, Francia e Italia, resiguiendo las joyas del románico y del renacimiento. Casi como una consecuencia de todo ello, y con la necesidad del artista de buscar y expresarse, acaba cursando estudios en la facultad de Bellas Artes.

Su etapa de estudiante también resulta muy activa. Cuando aún está en la facultad se le abre la oportunidad de mostrar su obra en la feria de arte contemporáneo ARCO de Madrid el año 1986. Es un momento importante, una oportunidad para el artista. Por una parte percibe de que su obra se valora, por otra realiza contactos que le llevan a decidir trasladarse a Londres.

En la capital británica conoce a numerosos creadores y entabla contacto con muchas galerías y marchantes. El mercado del arte está en plena ebullición, y los intermediarios son figuras importantes para acercar la obra de los pintores emergents a muchos coleccionistas que aparecen a finales de los años ochenta impulsados por el crecimiento económico y por las inquietudes que muestran estos nuevos actores del panorama del arte. Al regresar de Londres vuelve a participar en ARCO.

Su obra mantiene el impulso de juventud pero adquiere trazos de clara madurez que llaman la atención e interesan a muchas de las galerías europeas allí presentes y que están atentas a descubrir nuevos talentos. Es en este momento cuando surgen diversas oportunidades para el artista, que finalmente cuajan en su primera exposición individual en Madrid y en París. También establece los primeros contactos que le llevarán en el futuro a mantener una larga e intensa relación con Alemania, donde expondrá asiduamente en Munich y en Mainz.

Son los inicios de una intensa actividad que hasta el día de hoy ha significado casi doscientas exposiciones. Si el viaje a Londres coincide con el descubrimiento por parte del público de su obra y significa una profunda huella en el pintor, el que realiza el año 92 por Rusia y algunas de las antiguas repúblicas soviéticas también representa un rico bagaje de experiencias que tendrá su reflejo en la obra de Pere de Ribot. El paisaje humano impresiona tanto o más que el físico al hombre y al artista, y de aquel periplo provienen muchas amistades que ha cultivado hasta hoy con pintores y artistas rusos.

Mientras tanto, en sus cuadros van desapareciendo progresivamente el protagonismo de los elementos arquitectónicos omnipresentes, los espacios –a veces sedantes, asfixiantes en otras ocasiones– se convierten en entornos de los nuevos objetos, restos arqueológicos a través de los cuales mirar la huella del tiempo de la obra del hombre.

El siguiente paso es la incorporación temática de las formas de la naturaleza. Son los cuadros que expone en Barcelona, el año 91, y que el catedrático de la UB José Luís Arce bautiza como “rizomatas” Es en Barcelona donde trabaja de Ribot. Al final de la etapa universitaria instala su estudio en un pequeño garaje del barrio de Sarriá. Cerca de ese primer local convertido en santuario del artista, en un entorno que conoce y le resulta próximo, inaugura poco después en un espacio más amplio otro estudio en un lugar donde la música y la palabra estarán tan presentes como la pintura. En el entorno mágico de una vieja torre se viven largas tertulias y memorables audiciones de un apasionado grupo de melómanos antes de acudir juntos a los conciertos.

No se puede entender la evolución del artista sin conocer su espacio. Y esto es especialmente importante en Pere de Ribot, tan permeable al entorno que le rodea. En este sentido, significa un bagaje personal muy enriquecedor compartir con una quincena de artistas el entorno cuando decide trasladar su estudio al Centro de Arte Contemporáneo PIRAMIDON, situado también en Barcelona, que promueve y apoya a artistas de todo el mundo y que se ha convertido en una referencia del arte contemporáneo del país. El traslado coincide en el tiempo con dos iniciativas que demuestran sus inquietudes más allá del lienzo.

Por una parte la creación, junto con Josep Espot y Neus Martínez, de Flamicell Art Contemporani, con el objetivo de dinamizar el panorama cultural y artístico de su entorno. Flamicell organiza y promueve exposiciones de jóvenes creadores, conciertos y obras de teatro, y convoca tertulias y encuentros entre artistas y pensadores. Por otra parte recibe el encargo de dirigir la colección de arte contemporáneo de la Universidad Internacional de Cataluña (UIC) en la cual también diseña, coordina y dirige los seminarios sobre gestión cultural. También como profesor, imparte clases en el máster en gestión de instituciones culturales.

Estamos a finales de los noventa, cuando pasea sus cuadros por París, Bruselas, Madrid, y mantiene sus citas anuales con Barcelona y Girona. Pero el auténtico punto de inflexión se produce el año 98 cuando contrae matrimonio con la también artista Emma Grau, con la que comparte un espacio de complicidad creativa. Es un momento de esplendor. Llegarán los hijos y se inundarán de luz los lienzos del artista, que recuperará también la figura humana.

Es el pintor, el esposo, el compañero y el padre. Son cuadros imaginados ya en los amplios paisajes de la casa de Baseia, en Siurana d’Empordà, en el corazón mismo de ese inmenso escenario natural mecido por la tramontana; una casa que ha ido reconstruyendo poco a poco, en la que cada vez la familia pasa más y más largos periodos y donde finalmente instalará también un estudio donde trabajar y que alterna con el de Barcelona.

El paisaje se convierte en protagonistas de su obra donde el trazo y el color están tan amarados de los ejemplos de la naturaleza como la misma temática que se representa. La universalidad de su lenguaje y la solidez de su gramática propician un nuevo y apasionante reto para el artista. El viaje a Marruecos, donde participa en el Festival Cultural de Asilah, marca profundamente a Pere de Ribot, sus paisajes su cultura, y una vez más sus gentes son lo que más impresiona al artista.

Después de Marruecos llegan sus viajes a América. En el 2009 visita por primera vez la República Dominicana, después participa en la Feria de Arte de Santa Fe de Nuevo Méjico, la Feria Arteamericas en Miami y Pinta Art Fair en Nueva York. Es la oportunidad de volver a Dominicana de forma asidua la que les permite tomar distancia de los espacios y paisajes conocidos y es aquí donde por fin, después de un tiempo de búsqueda, el encuentro se vuelve revelador. El encargo de una obra de gran tamaño para el Club Hemingway le obliga a instalarse en la isla para pintar el cuadro. En este tiempo el entorno inspirador se convierte también en una experiencia plena, emocional y sensorial, que desemboca en una visión distinta. Mira con otros ojos lo que ya había visto y nos invita a sumergirnos con él en esta nueva perspectiva. Es lo que queda plasmado en los lienzos que se pueden ver en la Galería de arte Ángeles Penche de Madrid y que a partir de febrero estarán en la Galería Esther Montoriol de Barcelona.


Raquel Iriso.